El solo sufrimiento no basta por lo tanto para ennoblecer y templar el ánimo. Si fuera así, los masoquistas serian unos excelentes paradigmas y los sádicos, unos sabios maestros. El ser humano debe estar preparado para enfrentarse al escollo o a la emergencia dentro de un camino. Y si no puede librar un combate triunfal, deberá canalizar sus bríos hacia otra meta igual o mejor, donde sus aptitudes tengan más oportunidades de imponerse. Así puede sublimar la energía de un instinto que no puede atender, o la que pensaba invertir en una empresa para la cual es incapaz. Es innumerable la nomina de pensadores y artistas que utilizaron gran parte del combustible de su poder procreativo, en la ejecución de las obras con que se inmortalizaron en la historia.
Ahora bien, la experiencia negativa mas asimilada puede ser funesta. Tal seria el caso, común por ciento, del individuo que anhela ser poeta y como no puede lograrlo se compensa jactándose de la inspiraron de sus versos insípidos. En esta situación esta también el sujeto ansioso de escalar los niveles de la supuesta alta sociedad, y como es rechazado en ellos, se llena de resentimientos amargos contra quienes lo rodean. En tales oportunidades el choque con la realidad hostil no ha fortalecido al individuo, lo han desbaratado. Hoy los sicólogos admiten que el temperamento se educa, a fin que la persona reaccione con positiva vivacidad, y no malgaste sus energías en objetivos tan inútiles como la fanfarronería o tan corrosivos como los de la frustración y la envidia. Esa educación se debe recibir en la armonía de unos padres responsables, en la sana convivencia de la buena escuela y en la humanizada conducción de las relaciones con nuestros semejantes y con nosotros mismos. Nuestra existencia no es correcta y despejada como una autopista moderna, aunque en ella ocurren también hechos terribles. Es una intricada jungla donde debemoos abrir con las armas de la educación las trochas que nos llevaran a la justificación de nuestros seres. Por eso, don Antonio Machado escribía aquellos inolvidables versos:
Caminante no hay camino
Se hace camino al andar.
Aparte de las consideraciones de la sicología académica, bien vale la pena tomar en cuenta los consejos de la lógica domestica y tradicional. Vivimos readaptándonos. El paso del tiempo no solo hace más dura las facciones y más hondos los surcos del rostro. Produce cambios en nuestra naturaleza espiritual, en el régimen de nuestros pensamientos, en el modo de manejar las emociones. Un secreto a voces es el de que, para mantener el rumbo constructivo de nuestras vidas, para incrementar la fe en ellas, es bueno saber perder las opciones del ayer y saber aprovechar las de hoy y las de mañana. En resumen, hay que adiestrarse en el arte de renunciar a las ventajas de antes y cabalgar con satisfacción en las ventajas que nos ha deparado la experiencia.
Un antiguo libro oriental sostiene que la verdadera madurez nos llega cuando encontramos el justo medio entre nuestras aspiraciones y nuestras capacidades. Necesitamos para ello un carácter sólido. No es un carecer sólido el que hace daño en vez de buenas obras, ni tampoco el que es bondadoso por que le da miedo ser perverso. Un carácter solido es el que tienen los que jamás desmayan en la lucha por las metas hermosas que se hayan trazado, y aunque no las logren, propenden a que otros las conquisten. O el del que admite los contratiempos como una oportunidad para aumentar la resistencia que caracteriza a los que llevan una vida útil.
Sucre es el ejemplo del hombre que se realiza a pesar de una implacable serie de adversidades.
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