domingo, diciembre 05, 2010

El verdadero paraíso no fue el de Adan y Eva sino el que había en el planeta antes de que llegara el hombre.


Uno de los grandes enigmas humanos es que el hombre ignora las razones que tuvo la naturaleza para inventarlo. La vida evolucionó durante tres mil millones de años para culminar en el bípedo inteligente. ¿Con qué objeto? No cabe duda que antes de la llegada de este nuevo ser, la existencia del planeta era plácida y amable. Cuando se produjo una explosión demográfica en el océano, las plantas y animales menos favorecidos en el mismo, corrían el riesgo de extinguirse.

El poderoso instinto de las especies a la cual pertenecían los obligó a elegir su única alternativa: conquistar la parte seca del globo. De ello hace más de cuatrocientos millones de años. Estos primitivos seres debían resolver con sus rudimentarios cerebros problemas como éstos: ¿de dónde obtenemos el oxgíneo vital, si no existe en esta atmósfera? ¿cómo haremos para deshidratarnos ante los rayos del sol , desprovistos a como estaremos de la refrigerción que nos da el agua ?

Es probable que los animales de entonces miraran con gran envidia a los vegetales ¿Por qué? Porque los vegetales, con excepción de los hongos, siempre han sabido fabricar sus materiales de construcción y almacenar la energía de la luz. Fueron quizá, las algas, las primeras en instalarse a lo largo de las costas, con pequeños charcos. En nuestro aire no había oxígeno y fueron las primitivas plantas las que se lo robaron al agua, como lo sigue haciendo hoy nuestro medio ambiente.

Después de aquellas antecesoras de los frescos helechos hicieran respirables los gases fuera del mar, ocurrió posiblemente la segunda mudanza: la de peces inadptados ya a su habitat tradicional. Estos desertores del mundo líquido saltaban entre unos y otros pozos superficiales para buscar alimento. Así aprendieron a recorrer largos trechos sin asfixiarse por el oxígeno del aire que aún era escasdo. En las películas e Hollywood, donde se falsea todo y también la hostoria natural, se muestra a los brontosaurios de hace ciento cincuenta millones de años, librando feroces peleas con rivales con los cuales se comen después. Esos animales tenían el tamaño de una casona naural, pero eran más inofensivos que un niño y se nutrían sólo de vegetales.

Los mamíferos y las aves vinieron depués, descendientes de los reptiles. El ornitorrinco será, según algunas hipóteis, el puente entre los animales de sangre fría y nosotros., los de sangre caliente. Un reptil que convirtió sus patas delanteras en alas para planear porque no sabía volar, sería el fundador de la geneología de las aves. Hace veinticinco millones de años ya existían los primates, de los cuales formamos parte los hombres, los gorilas, los chimpancés, los orangutanes, los monos del Viejo Mundo, los monos de América y los prosimios. Entre los felinos mejor equipados para ganarse la vida estaba el tigre de los dientes de sable. Se le llamaba así porque poseía dos largas dagas curvas que le sobresalían de las mandíbula superior. No las cargaba para horrorizar a los demás pobladores del bosque ni para cometer asesinatos. Con esos afilados recursos era como podía romper y abrir la dura piel de los hervíboros viejos, enfermos o poco ágiles de que se alimentaba. En esta forma, como el león o el puma americano contribuía a la selección de la especie afectada, pues impedía la reproducción de los menos aptos.

Hasta hace cien millones de años el paisaje era verde en su totalidad. Es probable que los colores de las flores aparecieran entonces. Hace trescientos millones de años los abetos y los pinos habían introducido la sensacional innovación de reproducirse con semillas, y no con esporas, como anteriormente.

Las flores asumieron los matices del arco iris y sus incontables combinaciones cromáticas, para seducir a unos socios alados, los insectos, a fin de que se posaran en ellas y, a cambio de una remuneración en néctar, transportaran en sus patas las células de un sexo a otra flor donde estaban las células de otro sexo. Este negocio funcionó tambien, que aún se siguen formando compañías anónimas nuevas entre rosas y cocuyos y sus similares.

Dutrante cuatrocientos veinte millones de años la vida en la Tierra prosperó y alcanzó formas superiores a las del mar. Todos los seres respetaron los frutos de la naturaleza y acataron sus leyes. Esto era realmente el paraíso del cual habla la Biblia. El hombre al principio también reverenció el patrimonio que encontró. Pero apenas se puso el guayuco y adquirío lo que llamamos uso de la razón, comenzó a quebrantar esta morada, que era también la de quienes le habían antecedido en habitarla. No hablaré del cuadro desolador de la civilización. Lo conocemos muy bien porque lo estamos padeciendo.

1 comentario:

Anónimo dijo...

LO MAS IMPRESIONANTE DE LAS AFIRMACIONES DESCRITAS POR ESTE AMIGO, Y MUCHOS OTROS ESTUDIOSOS DEL TEMA.ES LA SEGURIDAD QUE TIENEN DE QUE LAS COSAS PASARON TAL COMO DICEN
UNO LLEGA A PENSAR QUE SON SERES ETERNOS QUE HAN VIVIDO A TRAVES DE LOS TIEMPOS. Y QUE FUERON TESTIGOS DE TODO CUANTO DICEN.

Otros blogs dedicados a Arístides Bastidas: