viernes, enero 01, 2010

El carácter y el mal carácter tienen madres diferentes: la primera es hijo de la educación, el segundo es huérfano.

En El Mandarin, de Eca de Queiroz, el viejo notario de un gran negocio recibe una cuantiosa e inesperada herencia. Presto a la venganza entra de súbito en la oficina de sus patronos y cuando los ve, olvida la trompetilla que iba a lanzarles y se da cuenta de que no puede erguirse, porque la columna vertebral se le había doblado debido a las genuflexiones que hiciera durante años ante los poderosos. Sus millones eran insuficientes para dotarlo de la dignidad que nunca había tenido, porque 'esta no se adquiere de un día para otro, pues siempre es el fruto de toda una existencia. Esta cita viene al caso a propósito del carácter. Ni esta palabra ni las cualidades que pretente englobar, están muy bien definidas.
El ex Presidente Caldera manifestaba que en nuestro país había quienes creían que tener carácter es tener mal carácter. Yo tengo la impresión de que esta palabra alcanza, cada vez más, un contenido como equivalente de la energía y de la elevación de ánimo. Tres siglos antes de Cristo, Teofrasto acogía al carácter como el modo de ser de las personas. Seleccionaba sus peores manifestaciones y las dividía en el charlatán, el chismoso, el envidioso, el vanidoso, el grosero, el criticón, el avaro, el desconfiado.
Yo prefiero la definición popular de carácter. Según la misma, quien lo tiene es capaz de mantenerse erguido ante las adversidades y los retos y de afrontarlos con el valor y la tenacidad necesarios para salir adelante. En este sentido los ejemplos, por antonomasia, del carácter serían seres cono el Libertador, José Martí, Rafael Rangel, Teresa Carreño y otros que realizaron su obra en los diferentes planos del quehacer humano. En La Madre, de Maximo Gorka, hay un bebedor que aun pasado de copas, es muy complaciente con sus compañeros de farra. En la fábrica donde trabaja este personaje, tolera las tropelías de su empleador sin protestar jamás. Apenas llegaba a su hogar, demostraba la contundencia de su carácter, golpeando a la mujer que lo aguardaba esperanzada. Este personaje es más frecuente y universal de lo que se cree. Y lo encontramos en los más diversos niveles. ¿Quién no e ha sorprendido alguna vez de haber sido lastimado por el ser que mas quiere o que mas respeta?
Si en estos casos intervienen pasajeros componentes neuróticos, hay otros en que no es admisible tal disculpa. Me refiero a los de las personas criadas en buenos hogares, educadas en planteles calificados y que prescindieron de la buena educación, por que consideran propia de gente sin carácter. Es mas, cuando se encuentran con semejantes hidalgos, habituados a saludar cortes y amablemente, los incluyen entre los débiles de carácter y les asignan una buena porción de insolencia y de altanería. Los que si actúan suelen postrarse temblorosos ante jefes o caporales, a quienes atribuyen carácter porque andan siempre con el ceño fruncido y aplican sin chistar las armas de la arbitrariedad.
Ya he insinuado antes que el carácter, como no lo entiende el diccionario, esta constituido por la entereza que adoptamos en el cumplimientos de nuestros deberes sociales, en la lucha por derribar los obstáculos que nos separan de las metas justas y en el empeño de convivir con placidez y a salvo de resentimientos subalternos. Tener carácter es llevar la propia vida con algún donaire y mandar las amarguras al demonio. ¿Para que las conservamos? ¿Por qué desbaratar la franca sonrisa de un amigo con el acíbar que no hemos querido arrojar de nuestras entrañas? ¿Por qué intentar amargar la vida de quieres nada nos han hecho? Cuando hacemos esto es porque nos falta carácter.
La soberbia transitoria- todos la hemos sufrido en algún momento – no es un pecado imperdonable, como tampoco es una virtud sacrosanta la risa interesada, Las gentes sinceras corren mas riesgos en este mundo que las insinceras. Pero las gentes sinceras son insoportables cuando están de mal humor. El éxito de los estafadores estriba en que han descartado el mal humor, porque les resulta oneroso. Los estafadores han hecho del buen humor un recurso capital. Sin embargo, ello no obsta para que nosotros lo utilicemos como un ventajoso medio de convivencia. Si así lo hiciéramos, si incluyéramos el buen humor entre los ingredientes del carácter, nos podríamos soportar mejor y el mundo no seria tan deprimente como lo parece en los momentos grises de nuestras vidas.

1 comentario:

Anónimo dijo...

nunca habia leido algo de aristides bastidas, me perece muy interesante este articulo, o creo que es parte del libro el anhelo constante, lo bucare y leere....muy bueno....

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